sábado, 2 de marzo de 2013

La serrana de la Vera


                Hoy viajamos a la comarca cacereña de la Vera, allí en el siglo XVI, en el pueblo de Garganta la Olla, vivía una hermosa doncella cuyo nombre era Isabel de Carvajal. De familia acomodada aunque villana, Isabel, tenía aficiones poco comunes en una mujer de su época, de gran fortaleza física, montaba a caballo con gran agilidad, gustaba de cazar jabalíes y lobos con ballesta y honda, y su valor no restaba de los hombres más bravíos de su entorno. Además adoraba echarse al monte y recorrer sola la sierra sin temor ni miedo alguno.

                Aun practicando todas estas actividades, era una mujer muy femenina, bella en facciones y exuberante en cuerpo.

                “Isabel hija, porque no dejas los montes y la caza para los hombres y te dedicas a labores mas mujeriles. No ves que así asustas a los pretendientes.” –Le recriminaba siempre su padre.-

                “Padre, el hombre que me quiera lo hará por como soy.” –Le respondía ella.-

Garganta la Olla, Cáceres (Foto por Jörn Wendland)

                El tiempo fue pasando, y un día llegó a la villa un joven caballero que llevaba por nombre Lucas de Carvajal, de origen noble era sobrino del Obispo de Plasencia (otros dicen que era un joven Capitán). Enseguida Lucas de Carvajal puso sus ojos en Isabel, desde ese día rondaba y adulaba a la joven con una elegancia y finura propias de un descarado.

Si antes su padre la recriminaba por sus actividades varoniles, ahora la advertía del noble recién llegado al lugar. 

“Hija, cuídate de tan nobles caballeros, que divertirse solo quieren con jóvenes villanas y sufrimientos dan a cambio. Mejor no aspires a lo que no puedas alcanzar.”

Pero caso omiso hizo la montaraz Isabel, que cayó presa de los encantos y halagos del noble caballero, jamás antes nadie la había cortejado con palabras tan dulces y hermosas, floreciendo así el primer amor en ella. El descarado caballero aprovechándose de esa dulzura incauta de mujer, bajo palabras de casamiento hizo que Isabel  le entregara su corazón y su honra. 

Pero,  ¡Ay cuánta razón tiene un padre, no por sabio, si no por viejo! Porque una vez conseguido su propósito, Lucas de Carvajal, cansado y aburrido de la joven, la abandona, traicionando así sus palabras de matrimonio. Lucas parte hacia Plasencia condenando a Isabel y su familia a la deshonra.  

Al enterarse la familia, la madre llora y grita desconsolada: “Pobre hija mía mancillada ella.” El padre desolado y apenado no sabe si repudiar o querer a su amada hija. Casarla ya no puede y ahora es la comidilla de toda la villa.

Isabel humillada y deshonrada decide abandonar el lecho familiar. ¿Pero a donde ir que no sea juzgada? Isabel decide echarse al monte, el lugar que mejor conoce. Allí, en soledad se refugia en una cueva, vive de lo que caza y la naturaleza le ofrece, y jura vengarse de todos los hombres  que en su camino encuentre.

Y así lo hace, durante un tiempo el terror invade la Sierra de Tormantos, todo viajero, cazador o pastor varón que osa adentrarse en solitario en las Sierras de la Vera, y tiene la desgracia de encontrarse con la aguerrida y hermosa Isabel, acababa desapareciendo.

Vista aérea de la comarca de la Vera, Cáceres (F.I.)

Según contaban, la joven serrana se movía con agilidad por los montes, con sus cabellos rubios recogidos bajo montera, media falda, ballesta al hombro y cuchillo en su cintura, y cuando se cruzaba con un viajero o caminante su forma de actuar era en unos casos los seducía con su hermosura y porte, en otros los arrastraba amarrados hacia su cueva, donde los agasajaba con una suculenta comida y buen vino y tras satisfacer sus instintos sexuales los asesinaba, cual mantis religiosa.

Ya muertos enterraba sus cuerpos cerca de su cueva bajo rusticas cruces de madera como recordatorio del odio que procesaba a los hombres.

Buscada y perseguida nadie daba con ella, hasta que un buen día se tropieza con un avispado pastor al cual seduce para que la acompañe a su guarida, después de agasajarlo el pastor percatado del final que le espera, traza un plan para distraer a la serrana mediante argucias y engaños logrando escapar de la cueva. 

Ya en la villa, el pastor da aviso a las autoridades revelando el lugar donde se halla la guarida de la serrana. Hacia allí se dirigen cuadrilleros de la Santa Hermandad que asombrado por la cantidad de cruces que hallan, apresan a la serrana que es llevada con grillos y grilletes ante la justicia de Plasencia donde es sentenciada a morir asaeteada tras darle garrote.

Monumento a la serrana de la Vera, Garganta la Olla

Muchas versiones se han escrito de esta leyenda y en cada uno de esos romances los autores, han quitado o añadido a su disposición tradiciones populares, en otras versiones mitológicas la describen como una criatura monstruosa, mitad mujer y mitad yegua,  yo respetuosamente os he dejado la mía, gracias y hasta la próxima leyenda.


Escrito por: Jesús Sierra

Fuentes Consultadas:    “La Serrana de la Vera”, Vélez de 
                                          Guevara
                                          “Leyendas extremeñas”, José Sendín 
                                          Blázquez
                                          “La pervivencia del mito de la Serrana 
       de la Vera”, Francisco Gutiérrez 
       Carbajo.
                                           “La serrana de la Vera”, Lope de Vega

2 comentarios:

  1. Eso si que es vengarse, la virgen con la serrana!!!

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  2. Madre mia,que mujer,yo si fuera hombre no me gustaria toparme con Isabel como se lo montaba por odio. Pero como siempre tus historias las mejores gracias jesus.

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