sábado, 8 de noviembre de 2014

La anecdota de como la Villa de Cáceres se convirtió en la Ciudad de Cáceres.


Este hecho esta unido a la llegada del tren a la villa de Cáceres, a Segismundo Moret, al alcalde Lesmes Valhondo y al rey de España Alfonso XII.

Inauguracion del tren Madrid Grabado de1881 (F.I.)

        Nos remontamos al siglo XIX, al año 1848, cuando comienza a circular con el trayecto Barcelona-Mataró, el primer tren en la península ibérica, pues la primera vía férrea española que se construyó fue en Cuba en el 1837, que por aquel entonces aún era colonia española, y unía La Habana con Güines. Desde aquel año comienza la expansión del ferrocarril por toda España, propiciando el crecimiento y la prosperidad en aquellos lugares donde llegaba.

         En 1852, los diputados por Cáceres D. Carlos Godínez de Paz y D. Antonio Concha, solicitan a la Cortes españolas la construcción de una vía férrea que una Madrid-Lisboa y que en su recorrido haga escala en Cáceres, para poder abaratar y exportar rápidamente los granos y futas cacereñas, trayendo la prosperidad a la provincia. Pero esta petición se va a encontrar con la firme e incansable oposición de los diputados pacenses D. Vicente Barrantes y D. Juan Gómez, que se obstinaban que la línea debía ser Madrid-Badajoz-Lisboa, y para ello utilizaron todas sus influencias políticas para que así fuera, aunque que en la línea que pasaba por Cáceres se ahorrasen 240 km de construcción de vía férrea.


        Esta intransigente oposición de los diputados pacense continuó en los años siguientes y no será hasta el descubrimiento de las minas de fosfatos de Cáceres en 1864, y la posterior compra de la explotación en 1876 por Segismundo Moret (abogado y político liberal) cuando por las influencias de este en las Cortes; había sido ministro de Ultramar en el gabinete del general Prim y de Hacienda con Amadeo I; propicien la llegada del tren a Cáceres en el año 1881, y con ello el desarrollo de la industria minera de fosfatos en Cáceres.

La inauguración oficial de la vía férrea Madrid-Cáceres-Lisboa fue el 8 de octubre de 1881 a cargo de los reyes de España y Portugal, Alfonso XII y Luis I. El punto de encuentro para ambos monarca se fijó en Valencia de Alcántara, de donde tras conversar y desayunar conjuntamente en unas tiendas que se habían instalado para la ocasión, presenciaron la bendición de la locomotora por parte del Obispo de Plasencia. Y tras la ceremonia, a las 11 de la mañana el tren con la comitiva real partía hacia la villa de Cáceres.

Alfonso XII de España                       Luis I de Portugal     

Aquel día amaneció frio y lluvioso en Cáceres, desmereciendo las guirnaldas y banderas que adornaban las calles, casas y el engalanado ayuntamiento de la villa.

Ante aquella visita real, la población de Cáceres se había duplicado. Una marabunta inundaba las calles y las plazas. Gente de aquí y de allá, viajeros y villanos, señores y campesinos, religiosos y soldados, incluso había representación de 170 pueblos de la provincia, y todos esperaban con alegría y expectación a los reyes.

Al mediodía, una salva de honor de la artillería real anunciaba la llegada del tren a la estación. Cuando la locomotora se detuvo en el andén, del vagón habilitado para aquella ocasión especial, se apearon los monarcas al son de los himnos nacionales que interpretaron las bandas de música de los regimientos de Granada y Mallorca. El tren Lisboa-Madrid quedaba inaugurado ante la algarabía y los aplausos de la multitud allí reunida.

Xilografía de la visita real a Cáceres

La comisión de festejo del ayuntamiento había preparado una serie de actos para amenizar las visitas reales, una misa conmemorativa como era costumbre, festejo taurino, iluminación nocturna especial de las calles, cena de gala y fuegos artificiales.

Tras ser recibidos por las autoridades locales al frente de la cual estaba el alcalde de Cáceres Lesmes Valhondo, junto a personajes destacados como Segismundo Moret o el obispo de Coria, el cortejo real, partió de la estación hacia la iglesia de Santa María donde se oficiaría la misa. A su paso por las calles engalanadas, a pesar de la insistente lluvia, la gente se agolpaba y vitoreaba vivas a los reyes, sobre todo al joven rey español. Los reyes en coche de caballo iban saludando a todos. Pasaron por los arcos floridos de triunfos que el ayuntamiento y la diputación habían levantado en el parador del Carmen y en la calle San Antón.

A las tres y media  de la tarde, hora de la corrida de toros, la lluvia aun caía incesantemente, más el monarca decidió asistir. La plaza de toros estaba a rebosar de público. La corrida comenzó bajo un diluvio, tanto que los toreros Frascuelo y Ángel Pastor tuvieron que descalzarse en la arena embarrada para poder torear. En el cuarto toro, ante tan deslucida corrida por el aguacero, el rey tuvo que suspender la corrida y regresar la comitiva al ayuntamiento.

Ayuntamiento de Cáceres en el s.XIX (F.I.) 

          Al caer la noche para agasajar a los reyes se celebró una gran cena de gala en el salón de actos de la Diputación Provincial, donde acudieron las más altas instancia de la política y de la sociedad de cacereña.

Terminado el banquete, el rey Alfonso XII alzó su copa para hacer el brindis final y exclamó:

“Brindo por la ciudad de Cáceres…”

Al oír estas palabras el alcalde Lesmes Valhondo se sorprendió, pero como experimentado político y hábil en estas lindes, al terminar el rey su brindis, y antes que el eco de aquellas palabras se perdiera, se levantó raudo a recoger el brindis diciendo:

“Majestad, en nombre de la hasta ahora villa de Cáceres, os agradezco profundamente el honroso título de ciudad que acabáis de otorgarle.”

El asombro del rey fue considerable, pues sin quererlo la había elevado Cáceres a la categoría de ciudad, mas como bien decía Francisco de Quevedo, “De ninguna, manera conviene que el rey yerre; más si ha de errar, menos escándalo hace que yerre por su parecer que por el de otro.” Y en vez de retractarse el rey se ratificó en sus palabras.

Finalizada la cena, los reyes se dirigieron de nuevo hacia la estación por unas calles espectacularmente iluminadas para su visita, y aun atestadas de gente que aclamaban a los soberanos. A las 11 de la noche, el rey Luis I partía de nuevo en ferrocarril hacia Portugal. Don Alfonso XII de España, iba a pernoctar esa noche en Cáceres. 

Antigua estación de trenes de Cáceres.  (F.I)

          Pero como en Cáceres no había hoteles de categoría para alojar al monarca, los dirigentes municipales le habían habilitado una de las estancias del ayuntamiento como alcoba real, adornándola con alfombras, cortinas, cama, mesillas, armarios y todos los útiles necesarios que necesitara el monarca para tal menester, hasta el propio rey se trajo algún mobiliario de la corte que después donó a la ciudad, como cuatro grandes lámparas de araña, una mesa despacho y un famoso recipiente de porcelana con dos asas y tapa, que años después se utilizaría como sopera y florero y que en realidad era una bica u orinal real.

Aquella noche el rey asistió a tres bailes organizados en su honor, al del Círculo de Artesanos, lugar de reunión de la clase baja cacereña; al del Circulo de la Unión de la clase media, como industriales y mercaderes; y al del Casino de la Concordia donde alternaba la aristocracia. A la mañana siguiente, domingo, tras escuchar misa en Santa María, y recorrer el recinto monumental y visitar en última estancia las minas cacereñas, el rey Alfonso XII partía en tren hacia Madrid.

Vistas de Cáceres en 1915 (F.I.)

Y así fue como por la equivocación de un rey nuevo en el oficio, tenía entonces 24 años, y la veteranía de un avispado alcalde, la villa de Cáceres se convirtió en la ciudad de Cáceres el 8 de octubre de 1881.

Gracias, y hasta la próxima.


Escrito por: Jesús Sierra Bolaños

Fuentes consultadas:
-“Revista de Extremadura nº 7.” Miguel Muñoz de 
  San Pedro
-“Revista de Extremadura nº 8.” Currio O´xillo
-“Recuerdos cacereños del siglo XIX.” Publio Hurtado